13 dic 2015

María Antonieta de Austria, reina de Francia (Parte 1)


María Antonieta, reina de Francia, fue la hija menor de los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. Para algunos, fue una mujer incomprendida en una corte extranjera, víctima de los acontecimientos políticos y sociales. Sin embargo, pasó a la historia como mujer frívola, la "loba austriaca", cuyos excesos contribuyeron al estallido de la Revolución Francesa. 

Nacimiento de una archiduquesa

El 2 de noviembre de 1755, en el palacio de Hofburg, Viena, María Teresa estuvo de parto todo el día por decimoquinta ocasión. El conde Khevenhüller, chambelán de la corte, escribió en su diario: "Su Majestad ha dado a luz felizmente a una archiduquesa pequeña, pero completamente sana". La niña nació a las ocho y media de la noche. Fue un parto íntimo, ya que la soberana había puesto fin a la desagradable costumbre, aún vigente en Versalles, de permitir la presencia de cortesanos en la sala de partos. La enérgica emperatriz reanudó sus funciones en cuanto fue posible, firmando documentos en su cama (Fraser, p. 3).

La pequeña archiduquesa nació el Día de los Difuntos. Sus padrinos, los reyes de Portugal, tuvieron que huir de la capital debido a un sismo. El terremoto de Lisboa ocurrió un día antes, durante la festividad de Todos los Santos, por lo que muchas personas se encontraban en las iglesias. Años después, en retrospectiva, se diría que tales circunstancias fueron un presagio del trágico destino que tendría que afrontar la futura reina de Francia.

Retrato de María Antonieta (vestido rosa) y su hermana María Carolina, de Antonio Pencini, 1764

El bautizo tuvo lugar el 3 de noviembre en la iglesia de los Agustinos (la madre no estuvo presente). La niña recibió el nombre de María Antonia Josefa Juana (Fraser, p. 6). Fue entregada a una nodriza, Constance Weber (p. 4). No se esperaba que las damas reales criaran a sus propios hijos.

María Antonieta nació en una época de gloria para su madre; atrás habían quedado las guerras y conspiraciones por la sucesión. Para la víspera de su nacimiento, el país vivía en paz, y la emperatriz era admirada tanto en el exterior como en su propia nación. En febrero de 1756, para el vigésimo aniversario de la boda de María Teresa y Francisco Esteban, se organizó una fiesta en la que todos sus hijos, incluida María Antonieta, aparecieron con máscaras y disfraces. 

Infancia
Antonieta tuvo una infancia feliz. Su madre, la formidable emperatriz María Teresa, fue la única mujer que gobernó los dominios de los Habsburgo y era admirada en Europa. Su padre, el encantador Francisco Esteban de Lorena, le había transmitido una fuerte dosis de sangre francesa. Desde la muerte del padre de María Teresa, el estricto ceremonial de la corte se había relajado, ya que el emperador Francisco prefería la sencillez. 

María Antonieta tuvo unos padres amorosos, pero estaba más apegada a su padre, de quien había heredado la forma de ser. Francisco Esteban era un hombre refinado, encantador y sofisticado, que prefirió dejar los asuntos de Estado a su esposa. 


La sociedad vienesa era plurilingüe y sus miembros se expresaban con facilidad tanto en italiano y español, como en alemán y francés. No obstante, este último era considerado el idioma universal de las cortes europeas. En los despachos diplomáticos enviados a los Habsburgo se empleaba el francés. María Teresa hablaba francés, aunque con fuerte acento alemán (también hablaba el dialecto vienés), pero el emperador Francisco Esteban habló francés toda su vida sin preocuparse de aprender alemán. 

Para María Teresa, fue un apasionado enlace por amor. El embajador británico de Viena informó de que la joven archiduquesa «suspira y sufre todas las noches por su duque de Lorena. Si duerme, sólo sueña con él. Si está despierta, sólo habla de él a su dama de honor». En contra de los preceptos que tanto predicaría a sus hijas, María Teresa rechazó a un pretendiente mucho más egregio, el heredero de la corona española. En la medalla que se acuñó para las nupcias, la inscripción decía (en latín): "Al final nuestros deseos han dado su fruto".

La infancia de María Antonieta se vio truncada por una tragedia familiar. En agosto de 1765, el emperador murió de un ataque de apoplejía en Innsbruck, a los cincuenta y seis años. La emperatriz, rota por el dolor, anotó en su diario: "Mi feliz vida de casada ha durado veintinueve años, seis meses y seis días". Luego cortó su cabellera rubia y tapizó las paredes de sus aposentos con terciopelo oscuro. Vistió de luto hasta el final de sus días. Aunque pensó en refugiarse en un convento, su sentido del deber se lo impedía.

Educación

La formación de María Antonieta estaba muy descuidada. Su conocimiento de alemán y francés era deficiente. 
En música tampoco iba muy bien, aun cuando recibía lecciones de piano nada menos que de Gluck. Sin embargo, se menciona que tiene una hermosa voz y gracia para la danza. María Teresa contrata urgentemente al maestro de danza Noverre y a dos comediantes de una compañía francesa que trabaja en Viena. Ante este hecho, la corte de Versalles envía a Viena, por recomendación del obispo de Orleáns, como preceptor al abad de Vermond. De su mano obtenemos los primeros informes sobre la archiduquesa de trece años. "Junto con un semblante delicioso, posee todas las imaginables gracias en su figura, y si crece algo, como es lícito esperar, tendrá todos los encantos que se pueden desear en tan alta princesa. Su carácter y su corazón son excelentes". En sus informes, Vermond destacaba que la niña era más ingeniosa de lo que aparentaba, pero con pereza en el estudio y ligereza en su comportamiento. Juguetona, distraída, retozona, traviesa, la pequeña archiduquesa, a pesar de su gran facilidad de comprensión, no muestra jamás la menor inclinación a ocuparse de ningún asunto en serio. "Tiene más inteligencia de la que se sospechó en ella durante largo tiempo, pero, por desgracia, esta inteligencia, hasta los doce años, no ha sido acostumbrada a ninguna concentración. Un poco de dejadez y mucha ligereza me han hecho aún más difícil el darle lecciones. Comencé durante seis semanas por los fundamentos de las bellas artes: comprendía bien, juzgaba rectamente, pero no podía llevarla a que profundizara en las materias, aunque sentía yo que tenía capacidad para ello. De este modo comprendí finalmente que sólo sería posible educarla distrayéndole al mismo tiempo".

Se quejarán de igual modo, diez y hasta veinte años más tarde, todos los hombres de Estado que tengan que tratar con ella, de su aburrimiento ante toda conversación seria; ya a los trece años está a la vista todo el peligro de este carácter. Pero en la corte de Francia, desde que dominan las maîtresses, el porte de una mujer es más apreciado que su verdadero mérito: María Antonieta es bonita, es decorativa y tiene un carácter agradable. Así, pues, finalmente en 1769, es enviada por Luis XV a María Teresa la anhelada misiva, en la cual solicita la mano de la archiduquesa para su nieto, el futuro Luis XVI, y propone como fecha del matrimonio la Pascua del siguiente año.

Apariencia y personalidad
María Antonieta tenía un suave rostro ovalado, de cutis sonrosado, con el fuerte labio inferior de los Habsburgo que resultaba desagradable para el gusto francés. Tenía unos ojos azules expresivos y abundante cabello rubio cenizo. Era esbelta, no muy alta y de porte grácil. Un defecto llamativo era su frente ancha. Un famoso peluquero parisino, Larseneur, creó un peinado especial para disimular la frente abombada de la archiduquesa. El escritor inglés Horace Walpole, que apreció sus encantos durante la celebración de una boda, escribió: "Sólo había ojos para María Antonieta. Cuando está de pie o sentada, es la estatua de la belleza; cuando se mueve, es la gracia en persona. Se dice que, cuando danza, no guarda la medida; sin duda, la medida se equivoca...".


Fue una niña alegre, juguetona y distraída. Pasó a la historia de Francia como mujer frívola, caprichosa, intrigante y despilfarradora. Pero las biografías han demostrado que se trataba de una mujer afable, cordial, sincera, aunque perezosa para reflexionar y desorientada en una corte extranjera. Su personalidad despreocupada influyó en su trágico final, aunque se sabe que tras convertirse en madre adquirió más seriedad y responsabilidad.

Tratado de Versalles, la alianza entre Austria y Francia

María Teresa de Austria y Luis XV de Francia

Seis meses después de nacer María Antonieta, un cambio radical en las alianzas nacionales europeas puso fin a esta tranquilidad aparente. Con el Tratado de Versalles, firmado en mayo de 1756, Austria se alió con Francia, su enemigo tradicional, en un pacto defensivo contra Prusia. Si uno de los dos países era atacado, el otro acudiría en su ayuda con un ejército de veinticinco mil hombres. Ningún acontecimiento de la infancia de María Antonieta tendría más influencia en el curso de su vida como lo tuvo esta alianza, que se forjaría cuando aún estaba en la cuna.

Es fácil explicar la hostilidad de Austria hacia Prusia: María Teresa no había olvidado ni perdonado la usurpación de Silesia cuando ascendió al trono, y no pocas veces se refería a Federico II como «el malévolo animal» o «el monstruo». Él respondía de la misma manera, como en una ocasión en que mandó pronunciar un sermón basado a conciencia en el texto de san Pablo: «Que la mujer aprenda en silencio, con plena sumisión». Sin embargo, pese a que Prusia siempre había considerado su buena relación con Francia la piedra angular de su política exterior, ésta se había erosionado en una compleja serie de maniobras en las que Prusia empezó a inclinarse por Inglaterra, enemigo de Francia tanto en Europa como en las colonias americanas. 

Luis Augusto

El rey francés Luis XV favoreció la alianza aun cuando su único hijo y heredero (el delfín Luis Fernando), su nuera María Josefa (princesa sajona) y el formidable conjunto de hijas adultas que seguían viviendo en la corte eran firmes oponentes de Austria. Pero el nombramiento de un ministro de Asuntos Exteriores favorable a Austria, el duque de Choiseul, dio a entender que los prejuicios familiares estaban en segundo plano, al menos por el momento. Mientras tanto, el leal servidor de María Teresa, el príncipe Kaunitz, la convenció de que el apoyo de Francia le permitiría reconquistar Silesia, y ella lo envió como embajador a Versalles en 1750. A raíz de esto, se acusó (falsamente) a María Teresa, pilar de la virtud conyugal, de enviar mensajes a la marquesa de Pompadour, la amante de Luis XV; corría el mezquino rumor de que la emperatriz se había dirigido a la amante como «prima».

La vasta descendencia de María Teresa le aseguraría alianzas políticas con las potencias europeas, lo que le valdría el título de "suegra de Europa". Era una madre dedicada y cariñosa, pero decidida a utilizar a sus hijos como peones en sus planes políticos. 





Bibliografía
Fraser, Antonia (2002) Marie Antoinette : the journey. Nueva York: Anchor Books. Disponible: https://archive.org/details/marieantoinette00anto_0 [03/10/20]

No hay comentarios:

Publicar un comentario