17 nov 2016

Felipe II de España (Parte 2)

Regencia de España
En dos ocasiones tuvo a su cargo Felipe la regencia de España: la primera fue ésta que siguió a la partida de su padre y que duró hasta octubre de 1548, cuando éste lo llamó para que se reuniera con él en los Países Bajos. La segunda comenzó a su regreso de este viaje, en julio de 1551, y terminó en junio de 1554, fecha en que partió una vez más al norte. En la primera ausencia habían asumido el cargo, por órdenes de Carlos, su hija María y el archiduque Maximiliano, su marido. En la segunda, la otra hija y hermana de Felipe, Juana. Sin embargo, en su segundo regreso, en 1559, Felipe ya era rey; y Juana era su regente, no de Carlos.

Era costumbre en los dominios de Carlos nombrar un regente cuando el soberano se ausentaba, y de preferencia se escogía al heredero al trono, o a algún miembro de la dinastía, sobre todo cuando se trataba de los dominios importantes como los Países Bajos o España. Para lo demás, Carlos se conformaba con designar virreyes de entre la alta nobleza. 

Antes de entregar la regencia al adolescente Felipe, Carlos debía solucionar dos problemas: conseguir el reconocimiento de su hijo como heredero a la corona de Aragón (ya se le había reconocido en Castilla en 1528), y encontrarle una esposa portuguesa para perpetuar la dinastía y conservar la larga paz con Portugal. Sin duda, Carlos pensaba que ese matrimonio lograría la unión de Portugal con los demás reinos ibéricos. Los hijos de Juan III no tuvieron una larga vida, de suerte que el padre sobrevivió a todos, y le sucedió en el trono su único y malhadado nieto, Sebastián. 

A principios de 1543, Carlos convocó las Cortes generales de Aragón en Monzón para conseguir un subsidio con el cual sostener sus operaciones militares, y para que reconocieran a Felipe, cosa que obtuvo. Quedaba un pequeño detalle que concernía exclusivamente al reino de Aragón, es decir, a la región de este nombre con su capital en Zaragoza, y no al conjunto del reino aragonés que incluía también a Valencia y Cataluña, gobernados por la casa de Aragón. Cada región tenía sus Cortes particulares, que se reunían por separado normalmente. 



Carlos intentaba reforzar el poder de la Corona y debilitar la función del Tribunal de Justicia de Aragón alterando, simbólicamente, la ceremonia en la que Felipe, como heredero, juraría defender los fueros del reino, vestigios éstos del feudalismo que favorecían a la nobleza. Cuando Carlos, en 1518, había hecho el juramento en La Seo, catedral de Zaragoza, la ceremonia se había arreglado de modo que el futuro emperador, de espaldas al altar mayor y arrodillado en un reclinatorio, estaba de frente a los representantes de las Cortes y al Justicia que, de pie, tomó su juramento. Se creó así la impresión de que Carlos se había sometido a la autoridad soberana de la magistratura y del pueblo de Aragón. Esta vez, Carlos se encargó de que Felipe tomara su juramento de frente al altar de La Seo, no a los representantes de Aragón, manifestando así que se sometía sólo ante Dios. En este aspecto, Carlos y su heredero mostraron su inclinación por el absolutismo de derecho divino.

Apariencia y personalidad
Alguien lo describió en la época de su ascenso al trono como un poco más bajo de lo normal, pero bien proporcionado, de buena constitución y rasgos atractivos; aunque se decía que tenía los labios demasiado gruesos. La barba rubia escondía la quijada característica de los Habsburgo que, de cualquier modo, no era tan prominente como la de su padre. 

En la conversación, Felipe parecía siempre escuchar atentamente, aunque casi no hablaba; y cuando lo hacía, era con lentitud, como si estuviera pensando cada palabra con detenimiento. En su atuendo, Felipe era pulcro y elegante; aunque, a medida que envejecía, comenzó a usar exclusivamente el negro, sin ornamento alguno, excepto por el emblema del Toisón de Oro suspendido del cuello con un listón negro.
Felipe gozó de más o menos buena salud en su juventud. Procuró evitar la gota y otros achaques parecidos que abrumaron a su padre, con una dieta frugal y viajando lo menos posible, ya que los médicos atribuían la gota y la mala salud de Carlos a sus numerosos viajes. Felipe evitaba el pescado y la fruta, alimentos que, se decía, provocaban malos humores; y recibió una dispensa papal que le permitía comer carne incluso en los días de vigilia. Bebía poco vino; y ese poco, con agua. No obstante, Felipe no repudiaba la buena mesa, y así en una ocasión le pidió al príncipe de Orange que le ofreciera a su famoso chef como regalo.



Al describir el carácter de Felipe, sus contemporáneos usaron los términos "flemático" y "melancolía". Sin duda, Felipe revelaba muy raras veces sus emociones. Parece ser, precisamente, que la imagen de dominio de sí mismo era la impresión que quería dar Felipe. Desde la infancia, Felipe consideró muy importante adoptar un aire de dignidad, aunque él y su madre no dejaran de hecho de manifestar su cariño en el ámbito familiar. Una vez Felipe describió a sus hijas cómo había saltado de su carruaje y corrido a abrazar a su hermana, la emperatriz María, antes de que ella hubiera podido descender del suyo: llevaba veintiséis años sin verla. Hay razones para suponer que Felipe necesitaba mucho cariño, pero que, dada la naturaleza de sus funciones, no podía recibirlo sino de poca gente. A los doce años perdió a su madre, y en toda su niñez y juventud vio muy poco a su admirado padre. Tuvo dos hermanas y, a los dieciocho, un hijo varón. 

Respecto a la naturaleza hesitativa de Felipe, aunque todos los testimonios prueban que en general era lento para tomar decisiones, no hay acuerdo en las fuentes sobre las causas de esta actitud. Testigos contemporáneos, pero no tan cercanos suyos, atribuían su naturaleza hesitativa a la prudencia. Sin embargo, para el historiador y médico del siglo XX, Gregorio Marañón, la "prudencia" en el caso de Felipe se debe interpretar como "timidez" o como "indecisión". Marañón sostiene que Felipe era una persona insegura, abrumadoramente impresionada por su padre y por los modelos y criterios que éste había impuesto; y con terror de tomar decisiones por miedo a que se viera que no estaba a la altura del emperador.
Un estudio de las notas y de la correspondencia de Felipe revela que tenía una asombrosa memoria y que disponía de una información detallada sobre todo y sobre todos. Según Felipe, la preocupación principal de un príncipe con respecto a la comunidad era la protección de la religión católica, la administración de la justicia y el mantenimiento de la paz.

Primer matrimonio
La idea del casamiento entre Felipe de Austria y María Manuela de Portugal seguramente fue una idea bien recibida por el príncipe desde el principio. María Manuela y Felipe eran primos por partida doble (Catalina, madre de Manuela, era hermana del emperador, y su padre, Juan III, era hermano de la emperatriz). El compromiso se consolidó tanto por motivos políticos como sentimentales. Desde el punto de vista político, la unidad peninsular era una perspectiva deseable para los reinos ibéricos. Por un lado, el emperador veía con buenos ojos que la corte portuguesa, la misma que le había proporcionado la dicha de entregarle a Isabel, aportara a la nueva princesa consorte de Asturias. 



La fama de bella y amable que tenía su prima había inclinado el ánimo de Felipe a unirse a ella en matrimonio. Según las descripciones, María Manuela era alta, gordezuela y agraciada. El 14 de noviembre de 1543 se celebraron los esponsales. La princesa vestía un traje de raso de color carmesí, larga cola, también de rojo carmesí, bordada de oro, puños de encaje, gorra de terciopelo negro adornada con una pluma blanca y broche de brillantes. Por su parte Felipe parecía una sinfonía en blanco: traje, gorra, jubón, calza y zapatos blancos, incluso las hebillas de estos últimos eran de plata. La ceremonia religiosa fue breve y fue seguida de un banquete y baile.



Los jóvenes desposados, de dieciséis años cada uno, entraron en la cámara nupcial. A las tres de la madrugada, Juan de Zúñiga, antiguo preceptor de Felipe, penetró en la habitación y obligó a los cónyuges a continuar el sueño en habitaciones separadas. ¿Por qué esta decisión? El emperador Carlos I tenía miedo de que con Felipe sucediese lo mismo que con el príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, cuyo matrimonio duró siete meses, según se decía por haberse entregado el príncipe a los placeres del amor con demasiada asiduidad.

Los príncipes emprendieron viaje hacia Valladolid, deteniéndose antes en Tordesillas para visitar a la reina Juana I, llamada la Loca, que por casualidad tenía en el momento de la visita uno de sus escasos momentos de lucidez. Pidió a los jóvenes que bailaran y admiró la gracia con que lo hacían. 
En las indicaciones que la reina Catalina envia a su hija le sugiere que adopte los gustos y costumbres de la difunta madre de su esposo. Esta sugerencia demuestra que perduraba en la corte el recuerdo de la emperatriz Isabel. La reina le indica que jamás de impresión de celos, pues eso acabara con su paz. Bien lo sabe Catalina, cuya madre había sufrido unos celos tormentosos. El príncipe llegó a tratar con sequedad a su esposa. 

Nace Juan de Austria
En septiembre de 1544 se anunció el embarazo de la princesa. El 8 de julio de 1545, la princesa dio a luz un niño después de un parto difícil, resultando víctima de una infección. María Manuela fue sometida a sangrías. Al parecer, las comadronas no actuaron con diligencia para bajar la fiebre de la princesa lo que provocó un empeoramiento de su situación. El 12 de julio, en Valladolid, falleció María Manuela de Portugal, sin llegar a ser reina de España.


Carlos de Austria

El hijo nacido de la infanta portuguesa fue nombrado Carlos. Huérfano de madre a los cuatro días de nacer, el príncipe Carlos quedó bajo la custodia de sus tías, las hijas de Carlos V. Felipe fue un padre ausente, como lo había sido el emperador, y sólo estuvo bajo la tutela de sus tías mientras éstas permanecieron solteras.



Bibliografía
Peter Pierson. (1975). Felipe II de España. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica. 

Carlos Fisas. (1988). Historias de las reinas de España. España: epublibre.

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